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EL ESTUDIO CLARIVIDENTE DE LA VIDA DESPUES DE LA MUERTE.
GEOFFREY HODSON
Cuando volvemos nuestro pensamiento al tema de la muerte, entramos inmediatamente en el mundo del dolor humano. Casi nunca se va un alma de entre nosotros sin dejar detrás al menos en uno y a menudo en muchos corazones, ese dolor especial que la muerte siempre trae. Yo, que conozco la vida después de la muerte como una experiencia casi continua aún siento ese dolor al morir un amigo. Es una pena especial, una sensación de soledad, de pérdida irreparable.
Ahora bien, ¿hay algún alivio para el corazón humano en éste el más corriente, el más seguro, de todos lo dolores? A decir verdad, aunque puede haber alivio, no hay muchas posibilidades de que ningún corazón que es aún humano escape a ese dolor especial, porque es parte de nuestra humanidad sentir la pérdida. Pero la comprensión adecuada de la naturaleza de la muerte y el conocimiento de la vida más allá de la tumba disminuirán grandemente el sufrimiento.
¿Qué es, entonces, el nacimiento? ¿Qué es la muerte? ¿Qué es este dolor inevitable?
El nacimiento y la muerte son solo incidentes en un viaje. El nacimiento no es un principio; la muerte no es un final. Ambos son fases en la larga peregrinación del alma humana. Ya nos demos cuenta individualmente o no, estamos todos íntimamente interesados en la búsqueda de la perfección del alma, la peregrinación hacia la conversión en Cristo.
En esa búsqueda estamos todos bajo el dominio de una ley –de una grande y fundamental ley de la naturaleza- la ley de flujo y reflujo, de salida y retorno, porque todos somos parte de la marea de la vida, que eternamente fluye y refluye. El nacimiento es una etapa de la salida que nos trae a este, el más denso de los mundos materiales. La muerte es la puerta de retorno, el principio del viaje de vuelta. Ambos son manifestaciones, en la existencia humana, de la ley de Periodicidad.
¿Qué sucede cuando morimos? Es posible saber cómo es la muerte, y también lo que hay más allá, porque en el alma del hombre residen poderes por medio de los cuales pueden conocer su propia inmortalidad, puede entrar conscientemente en la potencia de su Divinidad, y con los ojos de Dios que es, percibir la Divinidad en todo lo demás que existe. Una vez que conocemos nuestra propia inmortalidad, cesa la duda. A medida que profundizamos ese conocimiento, nos damos cuenta de la inmortalidad de todos los hombres. Ya no necesitamos depender por más tiempo sólo de los grandes Profetas, los Santos y Salvadores.
Una de las enseñanzas de la Sabiduría Antigua, es que este conocimiento puede ser alcanzado por todos. Si vivimos la vida que ellos han vivido, hollamos su sendero y aplicamos los principios por los cuales ha sido alcanzada su iluminación, nosotros también podemos saber. En este mundo de ignorancia ha habido siempre hombres que han sabido. Nosotros podemos unirnos a sus filas si queremos. Cuando se entra en el Sendero de la Auto-Iluminación aún en sus primeras etapas el velo que separa los vivos de los muertos se rasga; y se ve la ida del más allá.
Con esta visión abierta, si estáis en la habitación del moribundo podéis contemplar el tránsito del alma. Al aproximarse el momento de la muerte, el individuo se retira del cuerpo, flotando encima de él en una vestidura sutil, reproducción exacta de la vestidura física. Allí flota, generalmente inconsciente, conectado con el cuerpo más denso por el cordón claramente visible. Esta conexión, llamada la Cuerda de Plata, tiene un extremo en el tercer ventrículo del cerebro del cuerpo físico, y el otro extremo en la posición correspondiente en el vehículo más sutil. Mientras esa cuerda permanezca entera hay la posibilidad de resurrección, pero cuando ocurre el momento exacto de la muerte, se ve que esa cuerda se rompe. Ocurre algo parecido a una explosión a la mitad entre el cuerpo sutil y el físico.
La cuerda de plata es el vehículo de las fuerzas vitales que fluyen entre el alma y el cuerpo, la manera de comunicarse el ego desde los cuerpos mental y emocional, con el físico. Cuando la cuerda se rompe, algunas de las fuerzas vuelven al cuerpo físico, y otras se retiran a los vehículos más sutiles. El individuo flota entonces libremente. Parece haberse libertado de la atracción de la gravedad, porque generalmente se eleva en el espacio. Una vez rota la cuerda, no hay ya ningún intercambio de sensación entre el hombre interno y el cuerpo que ha dejado atrás. No puede importarle lo que suceda el cuerpo después que la conexión ha sido rota.
Si examináis la condición de las almas así felizmente libertadas de sus cuerpos densos, las encontraréis concentradas en sí mismas, sin darse cuenta de lo que ha ocurrido y, salvo en raros casos, ocupadas en un importante proceso: el proceso de revisión. Durante ésta, la vida pasada es vivida nuevamente. Los puntos salientes se destacan en perspectiva casi perfecta. Las lecciones de la vida que acaba de terminar quedan impresas sobre la conciencia interna. Causas y efectos, éxitos y fracasos son percibidos; la personalidad toda es resumida y comprendida por el hombre interno, de un modo imposible para la mayoría de las personas que viven aquí en el plano físico.
Este proceso es importantísimo para el alma, y por lo tanto debemos abstenernos durante este tiempo inmediatamente después de la muerte, del exceso de pena. El cuerpo emocional, vehículo del sentimiento, es supremamente susceptible a las fuerzas emocionales, y aunque nuestra pena, tristeza y desesperación son bastantes naturales, deben ser reprimidas por su reacción sobre el individuo mismo, ocupado en el proceso de revisión. Debemos detenernos a pensar, no en nuestra gran pérdida, sino en su inmensa ganancia al libertarse de la pesada cara de la carne. En la cámara mortuoria habrá una gran paz y hasta una gran belleza, con solo quedarnos tranquilos.
Después del proceso de la revisión sigue un período de tranquilidad e inconsciencia de las cosas externas. Esto dura de veinticuatro horas a dos o tres días. Entonces viene el despertar. Es una hermosa experiencia, lo mismo para pasarla que para contemplarla. El individuo experimenta una sensación de ligereza, de bienestar, como si se hubiera desprendido de una pesada carga, de alguna gran responsabilidad que ha sido llevada hasta la fatiga, y por fin alcanzado la libertad. En el caso de los que mueren en medio de dolores o la debilidad de la vejez, hay un enorme alivio, una sensación de estar vitalmente bien y felices, contrastando gozosamente con la vida en el cansado cuerpo que dejaron atrás.
Los ojos se abren, el individuo mira a su alrededor; casi siempre hay una sonrisa en el rostro, expresión de las experiencias internas. Generalmente lo que los ojos encuentran primero es algún amigo o pariente, que sabiendo de antemano, espera este despertar del recién llegado listo para recibirlo y presentarle su nueva vida. Puede ser la esposa, la madre o el amigo; puede ser un miembro de la Hueste Angélica, o una de la gran banda de Protectores Invisibles que están allí para ayudar al recién llegado. Esta banda lleva a cabo un sistema de auxilio altamente organizado y consiste en miles de personas en quienes está despierto el espíritu de servicio. Algunos están encarnados, otros no; los primeros están activos durante el sueño y los otros continuamente auxiliando a los que lo necesitan.
Algunas veces el individuo se da cuenta enseguida de lo que ha sucedido. La reacción inmediata depende principalmente de su creencia religiosa, de su filosofía de la vida. Unos sienten un choque, algunos alivio, otros alegría. Algunos individuos reanudan enseguida con facilidad y alegría la vida que han estado llevando conscientemente durante el sueño en su experiencia terrenal, por que todos nosotros entramos todas las noches en el mundo de la muerte. El sueño y la muerte han sido llamados hermanos gemelos. Se diferencian solamente en que en el sueño la cuerda de plata no se rompe y por lo tanto se vuelve. El despertar del sueño aquí abajo es realmente dormirse en cuanto se refiere a nuestra existencia superfísica más vital. Aquellos que pasan por la experiencia de salir del cuerpo conscientemente durante el sueño para funcionar en los vehículos más sutiles, para viajar por el mundo a voluntad, lo encuentran tan gozoso que volver a la carne es en verdad dormirse; tan grandemente reducida es la velocidad de la vibración, tan obtusos todos los sentidos, tan denso este mundo, tan resistente a la voluntad interna.
Así es que cuando nos dormimos de noche, despertamos en otra parte. Los que han muerto se despiertan allí con relativa permanencia y al despertar se encuentran con amigos o protectores y se establecen en su nueva vida de acuerdo a su temperamento.
La naturaleza de esta vida varía con el individuo. El recién llegado se puede adaptar fácilmente y mirando a su rededor verá mucho que le sorprenderá. Verá gente viviendo en comunidades construídas por el poder del pensamiento, ciudades, escuelas, templos, hospitales. Verá a las personas continuar su profesión terrenal. El médico puede hallar almas torturadas, torcidas, que necesiten sus cuidados; la ceguera, la sordera, y las diversas enfermedades, tienen que ser aliviadas por el médico. La condición en que el recién llegado se encuentre será en cierto sentido una proyección de lo que él es. El hombre feliz hallará un mundo feliz, lleno de amistad, amor y dicha. El misántropo, el hipocondríaco, el individuo concentrado en sí mismo, entra en un mundo sombrío. Es para recién llegados como esos que es necesita el médico y muchos doctores de esta vida entran en una de servicio en el más allá. Existe una vasta organización e instituciones para el cuidado de los que lo necesitan.
El hombre de ciencia está ahora ente el lado vital de todos los procesos naturales, el crecimiento de la célula, el desarrollo del cristal, la estructura de la materia. Las fuerzas de la naturaleza son ahora visibles para él y sigue con interés renovado y ferviente su profesión científica. El artista entra en mundo de belleza como jamás soñó. Encuentra que puede mucho más fácilmente proyectar sus visiones, porque la materia sutil de ese mundo responde instantáneamente a la acción de la voluntad y el pensamiento. No estando ya limitado por la arcilla, las pinturas y la pluma, encuentra en el mundo después de la muerte un medio para su arte en el que la belleza interna halla expresión mucho más perfecta de lo que podría hallar aquí abajo, más aún, la visión es en sí misma más verdadera y más bella, porque hay un velo menos entre el alma y la verdad. Así es en todas las profesiones de la vida, nuestra condición en la vida después de la muerte dependerá enteramente de nuestro temperamento y punto de vista.
Entremos en una de las grandes instituciones y veamos algunos individuos que necesitan curación. He aquí una persona que ha muerto en las garras de un vicio, el deseo de una droga o del alcohol, por ejemplo. En los vehículos más sutiles, sin la carne que amortigüe la intensidad del deseo, experimenta tal ansia como jamás sintió en la tierra y sin posibilidad alguna de satisfacerla. He aquí un alma en el tormento –éste es un infierno si los hay- pero fijaos en esto, no es un infierno infligido por Dios sino uno creado por la persona misma, como tienen que ser todos los infiernos. Aún esta persona atormentada no sufre una tortura eterna infligida por un Padre desde arriba. Ni aún un padre humano, no importa cuan degenerado sea, condenaría a sus hijos al castigo eterno por un pecado cometido en el tiempo.
Tampoco es este sufrimiento una experiencia inútil; por el contrario, es sumamente fructífera y de la cual el individuo emerge no solo sabio y fuerte, sino purificado del deseo que ha sido consumido por el dolor. Procediendo de este dolor, el conocimiento se imprime indeleblemente en su consciencia y así, si vierais a esta persona pasar otra vez por los portales del nacimiento, hallaríais en ella repugnancia por esa forma de mal. Ha aprendido, no por precepto o ejemplo, sino por experiencia. Los Protectores allá arriba pueden hacer mucho para ayudar a tal individuo, pueden explicarle el proceso y traer fuerzas curativas, refrescantes y azules, que saturen su alma con su poder curativo y le alivien. De este modo la lección es aprendida y el individuo vuelve nuevamente a la tierra.
También podemos ver un suicida. Su condición depende siempre del motivo de su acción. En muchos casos donde hubo egoísmo, se ve al individuo envuelto en un “capullo” negro, oscuro, en estado comatoso, ignorante a todo lo que está ocurriendo a su rededor. Está como suspendido en el hueco de alguna ola de vida. Así permanece hasta que llega el momento en que hubiera muerto naturalmente. Bajo la operación de la Ley del Ritmo despierta entonces y entra en la vida post-morten tal como fue antes descripta. La deuda con la naturaleza, sin embargo, tendrá que pagarla algún día con una muerte repentina en la próxima vida, naciendo muerto o de algún otro modo. Otros suicidas se despiertan instantáneamente. No tienen ni aun unas pocas horas para revisar su pasado. Pasan muchas dificultades y aunque para todas las personas buenas y de mente pura se puede pintar un cuadro verdaderamente feliz de la vida después de la muerte, sin embargo aún para éstas hay condiciones de sufrimiento y éste es uno de los casos.
El suicida permanece en un estado de consciencia que llamamos el medio mundo. No está ni libre del plano físico ni experimentando plenamente la conciencia interna. Allí permanece hasta que uno de los Protectores Invisibles puede libertarlo, como están todos ansiosos de hacerlo, o hasta que llega el momento natural de su muerte. Para los pocos tipos de suicidas de mente elevada que tuvieron motivos nobles para su acción, no parece haber malos efectos. Entran en la vida después de la muerte con cierta felicidad. El suicidio, sin embargo, es siempre un gran error.
Durante la última Guerra Mundial hubo necesidad de mucho auxilio y miles de Protectores rondaban sobre el campo de batalla para auxiliar a los soldados muertos repentinamente en la lucha. Cuando un individuo así entra en la otra vida, a menudo lo vemos enfrascado en una lucha a muerte con un adversario, muerto o creado por el pensamiento. Es llevado de aquí para allá más o menos ciegamente por el impulso de sus emociones –temor, lujuria, excitación- y toma tiempo el calmarlo. Los Protectores Invisibles sobre las trincheras de primera línea, en los hospitales de sangre, en la “tierra de nadie”, se apoderaban de estos individuos y trataban de llevárselos a una escena de paz y belleza donde se pudiera explicar lo que había sucedido.
Generalmente en tales casos de muerte repentina hay un choque, una sensación de pesar por los sueños que no se podrán realizar nunca, por las esperanzas que no madurarán jamás. Esta sensación desaparece según ven la felicidad, libertad y ventajas de la nueva vida y el individuo se organiza gradualmente en ese otro plano de existencia.
Durante la Guerra Mundial surgieron circunstancias especiales por las cuales se les ofreció a muchos de los soldados muertos en batalla la oportunidad de una rápida reencarnación y miles volvieron a nacer inmediatamente. Muchos de los niños tormentosos de los últimos quince o veinte años con las anormalidades psicológicas que han resultado ser, porque dentro del cuerpo infantil hay un ser emocional y mentalmente adulto, esforzándose por expresarse. Esto continúa sucediendo según se encuentran oportunidades para los soldados que murieron durante la guerra mundial. Esos niños deben ser tratados con el mayor cuidado, tacto y comprensión, reconociendo la lucha en su interior. Es mucho privilegio ayudarlos inteligente y nunca brutalmente, porque el mal trato solo hace el problema más difícil. Una experiencia tal de rápida reencarnación significará una gran intensificación de la evolución del individuo. Tales individuos viven dos encarnaciones en un ciclo de vida de salida y retorno. Esto significa duplicar sus oportunidades y experiencias físicas y por tanto, apresurar su crecimiento. Es una de las recompensas del sacrificio.
Uno de los sitios más alegres, felices y bellos de ese mundo especial de la vida inmediatamente después de la muerte, es la institución donde se cuidan a los niños. Son muchas en números. Permitidme deciros a los que habéis sufrido la pérdida de un niño pequeño, que vuestra pena se aliviaría si pudierais ver por vosotros mismos las muchas maneras en que se hace felices a los niños allí. Son mucho más felices de lo que pudieran haber sido aquí, y sus oportunidades de crecimiento, mayores. Viven en instituciones perfectas a las que muchos padres y madres, aun en la tierra, van durante el sueño para prestar, amante e inteligente servicio a sus hijos que han pasado por la puerta de la muerte. Allí llevan una vida maravillosa y perfecta, en bellos edificios. Los niños están rodeados de belleza y ternura. La educación enfoca el lado de la vida: la historia se les hace visible: la geografía es vitalizada, porque se les lleva a ver todas las partes del mundo; la geología es explicada como ha sucedido en el pasado; y a menudo se les puede enseñar a manejar las fuerzas de la naturaleza. Construyen juguetes que utilizan las fuerzas de la naturaleza. Recientemente yo pude hacer felices a unos padres entristecidos, porque visto al niño que habían perdido recientemente, felizmente ocupado en el mundo después de la muerte, construyendo en forma perfeccionada los juguetes mecánicos que le habían gustado tanto en su corta vida terrenal. Porque durante sus once o doce años, aquí, había mostrado inclinación por la mecánica; el que en esta vida posterior la siguiera satisfaciendo, fue para ellos una deliciosa prueba de que en la tierra donde ahora está, todas las necesidades y dificultades de la niñez son satisfechas con ternura y sabiduría.
Después de pasar algún tiempo en esos lugares, puede suceder una de dos cosas: el niños puede reencarnar enseguida, como hacen los niños a menudo, o puede crecer hasta convertirse en un hermoso tipo de adulto, después de lo cual, el proceso de retraimiento continúa y el individuo vuelve a la conciencia egoica. En caso de nacer muerto, o de una muerte temprana, el ego frecuentemente reencarna enseguida, a medida en el mismo círculo familiar si la madre tiene otro hijo dentro de los pocos años siguientes. Algunas veces la madre siente que vuelve el mismo ego del niño que murió. A veces ésta es la deuda del suicidio y después que, naciendo muerto o con una muerte temprana, ha sido pagada esta deuda, el individuo reasume después del segundo nacimiento la vida terrena, libre ya de más obligación kármica por la trasgresión.
No hay nada que temer en la muerte. Borrad de vuestra conciencia el temor a la muerte y esperadla realmente como una agradable liberación de la carga de la vida en la carne. Hasta el proceso de disolución ocurre generalmente sin darnos cuenta nosotros. El esfuerzo que hay es molestia de la carne, no de la conciencia y esta última se despierta libre, pasando de la noche a la mañana, de la enfermedad, la ignorancia y la oscuridad, a la vida, la felicidad y la salud.
Finalmente se deja a un lado el cuerpo emocional en lo que se llama la segunda muerte y el hombre se encuentra en el mundo mental, ese estado de felicidad perfecta que corresponde al Cielo de todas las religiones, como el sufrimiento que he descripto corresponde al estado del purgatorio.
En el mundo mental se deja a un lado todo sufrimiento; no habiendo vehículo para el deseo, no puede haber deseo. En este estado, que puede durar cien años, las aspiraciones, los ideales filantrópicos y altruistas de la vida, hallan su consecución y este paraíso que nos espera a todos, nos trae experiencias de acuerdo con la medida de nuestra nobleza en esta vida terrena.
Este estado por último llega a su fin y el ciclo ha terminado. Este viaje especial ha finalizado y volvemos a nuestro hogar. El fragmento del verdadero “Yo” inmortal que salió por la puerta del nacimiento a este mundo de mortalidad, ha pasado por el valle de lágrimas y ha retornado. Este es el significado de la parábola del Hijo Pródigo; este es nuestro método de crecimiento. Todo lo que nos sucede antes del nacimiento, durante esta vida y después de la muerte, es sólo para la educación del alma. Volvemos a nuestro hogar enriquecidos, trayendo nuevas capacidades, nuevos dones nuevos poderes, los productos de nuestras experiencias, para agrandar y hacer más poderoso el “Yo” espiritual dentro de nosotros.
De este modo el verdadero “Yo” que somos, crece según se suceden los ciclos de vida. Pasan muchos cientos de vidas, hasta que al fin todas las lecciones están aprendidas, todo conocimiento alcanzado, todos los poderes desarrollados desde el interior y se cumplen las palabras de la Revelación, “A aquel que es vencedor yo lo haré una columna en el templo de mi Dios y ya no saldrá más”. La necesidad del nacimiento y la muerte ya no existe. La resurrección y la ascensión conducen al estado de Cristo que ha ascendido a la estatura completa del hombre perfeccionado y la evolución se continúa en los mundos espirituales internos.
Este mundo en que ahora vivimos es solo un fragmento del universo; esa vida es solo un fragmento de la vida más grande que vivimos en otra parte. El camino hacia la liberación del dolor es aprender a elevarnos de este fragmento, aprisionado en el tiempo y el espacio, al mundo más grande que es el todo y en el que moramos siempre en la eternidad.
(Conferencia pronunciada en inglés en New York en Octubre de 1932)